Memorias de un koala
Capítulo 1

Abrió los ojos y miró a su alrededor. Había muchos animales a su lado, y muchos más en estanterías cercanas. Se dio la vuelta y vio un cartel. Parecía un sitio muy bonito. Bañado por el sol, con algunas personas tumbadas en la arena y otras encima de tablas sobre el agua azul. Había peces de hermosos colores que nadaban y parecían felices.  Arriba había unas letras: “las letras de los humanos”- le habían dicho. Ya las había visto anteriormente, pero no las entendía. Decidió preguntar a un animal marrón con grandes patas que vio a su lado:

-¿Qué pone ahí?

– Australia- Dijo el animal.

– Pero… ¿Eso qué es?- dijo dubitativo.

– Es el sitio de dónde venimos…Acabas de llegar, ¿Verdad? Yo nunca te había visto. Me llamo Tink. ¿Y tú?

– Yo…no lo sé…- dijo triste. La verdad es que nadie le había dicho su nombre ni tampoco qué tipo de animal era.

Tink lo miró con cara compasiva.

– No te preocupes, al principio nadie sabe nada pero yo llevo mucho tiempo aquí. Antes han venido más como tú. Eres un koala.

– ¿Un koala?

– Sí, vienes de Australia como yo, vivimos en un sitio muy bonito como el de la foto. Hay muchas playas hechas de arena y mar y muchos animales. Yo vivo en el suelo y voy dando saltos y tú vives en los árboles y comes eucalipto.

– ¿Y por qué no estamos allí?- preguntó extrañado.

– Porque a nosotros nos venden a niños, niños a los que tenemos que cuidar y vivimos con ellos en sus casas. Allí también suele haber más animales como nosotros, aunque hay que tener mucho cuidado de que los padres no se den cuenta de que estamos vivos porque piensan que somos peluches…

– ¿Qué son peluches?- Había tantas palabras nuevas que no sabía por dónde empezar.

– No te preocupes- le dijo Tink- mientras estés aquí te enseñaré todo lo que necesites saber.

– Pero… ¿por qué tú todavía no estás con un niño?

– Porque…- Tink con ojos de desilusión, se dio la vuelta mostrando su cola que dejaba ver una enorme mancha azul- nadie quiere a un canguro manchado de pintura. Pero no te preocupes, ven, ahora que está cerrado voy a poder enseñarte muchas cosas y seremos amigos. Como aún no tienes nombre te llamaré Koala.

“Koala”- pensó, por fin tengo un nombre.

Más tarde aquella noche cuando se fue a dormir se quedó mirando aquella foto de Australia, era tan bonita…le gustaría estar allí en un árbol notando el calor y el olor a sal del que le habían hablado. ¿Cómo iba él a cuidar de un niño? No tenía ni idea de lo que eso significaba. Hoy había conocido a muchos animales y le habían explicado tantas cosas…él no quería estar allí, hacía frío, había polvo y según decían tenía que fingir ser un “peluche” que no se movía. No le gustaba. Tink estaba deseando tener una familia humana pero a él eso no le atraía. Miró fijamente la foto de Australia y se decidió: “Voy a aprender todo lo que necesito. Regresaré a donde vengo, buscaré a mi familia de koalas y viviré feliz como esos peces que nadan en el mar”.

Los siguientes días pasaron rápido. Durante el día se quedaba muy quieto mientras niños y sus padres recorrían la tienda y se iban llevando a algunos de los animales. Durante la noche Tink le enseñaba muchas cosas, incluso había descubierto algo que se llamaba ordenador…y donde podía buscar más fotos sobre Australia. ¡Parecía un lugar fascinante!

Pero una buena mañana cuando Koala estaba pensando en cómo lo haría para ir a Australia dos personas, un hombre y una mujer (según había aprendido) se acercaron a él y lo cogieron como otras veces.

– Creo que será ideal cariño- dijo ella.

– Sí, vamos a llevárnoslo.

No se podía creer lo que estaba pasando. Tink se despedía con la mano desde lejos mientras él pensaba qué iba a hacer ahora. Además, allí no había ningún niño, ¿A quién iba a cuidar? ¿Cómo iba a seguir aprendiendo cosas de Australia? ¿Volvería a ver a Tink? Cuando se dio cuenta iba dentro de una bolsa camino a no sabía dónde.